Hola Blanca, ayer hizo cuatro años que te fuiste y no se me olvidó.

Ayer no lloré, ayer subí al cielo para estar más cerca de ti, subí al cielo y te escribí estas letras.

Tenía que contarte lo bonito que este año me trajo, de tu mano, de mano de tu padre este año fue un año para guardar en el corazón.

Hace 12 meses que te escribí por última vez y la vida me ha tratado con mano de terciopelo, tu mano detrás de cada momento ha cambiado mi vida.

Escribí un libro, un libro donde tú eres la protagonista, tú el ángel que inspiró cada palabra.

En ese libro te acompañan otros dos Ángeles, Marta y Gasparín. Elena la madre de Marta pone epílogo en memoria de su estrella. Gaspar pone palabras a su Gasparín, a su proyecto de buscar el para qué más allá del por qué. ¡Qué grandes son!

Búscalos allá en el cielo, léeles esta carta, tu carta, su carta y disfruta de ellos. Cuéntales que no os olvidamos, que detrás de cada cosa que hace su madre, su padre se esconde un guiño a su memoria.

Quiero que sepas que fueron miles las personas que leyeron tu libro, tu historia, vieron tu vídeo y se emocionaron, me emocionaron.

Quiero que sepas que aquella promesa que te hice a los pies de aquella cuna, aquella de nunca olvidarte la cumplo, día a día te recuerdo como a una hija diferente. Una que nunca fue mi hija y siempre será mucho más.

Quiero que sepas que aprendí, a acariciar en la despedida, a susurrar fuerza en la pelea, a hablar al inconsciente aprendí, de tu mano aprendí que el que sufre es mucho más que un paciente.

Quiero que sepas que hoy acompaño a la madre que me dio la vida en su lucha, vamos ganando y parte de tu fuerza está ahí a nuestro lado, por eso sé que ganaremos.

Quiero que sepas que aún no tuve fuerzas para visitar a tu padre, de darle ese abrazo y decirle lo mucho que me enseñó aquella noche en aquel cuartito rosa, este año será ese abrazo, te lo prometo, me lo prometo.

Quiero que sepas que ahora si, ahora vuelvo a llorar y no son lágrimas de pena, lágrimas de alegría recorren mi mejilla y me vuelve a no dar vergüenza reconocer que simplemente soy humano, que tu recuerdo me hizo llorar delante de cientos de personas, me sigue sin dar vergüenza llorar.

Blanca, por mucho que tu recuerdo me llene, daría lo que fuese por abrazarte y darte otro beso, uno de enfermero a niña de 5 añitos que juega feliz en ese parque.

Me despido hasta el año que viene no sin darte los cientos y cientos de besos que me dieron para ti. Personas que encontraron motivos para seguir, para buscar el para qué más allá de esos por qués de dolor.

Nos deberemos muchos besos, muchos abrazos el día que mi corazón se rompa, quizá en algún cuartito rosa.

DEP Blanca 03/08/2014

(A vosotros Ángeles, a vosotros, a vosotras, padres y madres de ángeles)

Un chico especial, un golpe de mala suerte y ocho nudos en los cordones.
Salía de guardia, ayer salí de guardia y mi cabeza aún acompañaba a aquel chico…
Eran las 18:30 de una tarde lluviosa cuando sonó la melodía del exorcista de nuevo, un aviso entraba en el teléfono que nos pone en marcha…”¡Un atropello en vía pública!”, dijo Rosa, la compañera técnico, con cara de preocupación.
Luces y sirenas de ambulancia nueva, recién estrenada días atrás, nos ponen en marcha a un pueblo cercano…
Lluvia floja y constante, tráfico…
Al llegar al lugar, un tumulto de personas y paraguas rodean a aquel chico delegado…tumbado en decúbito lateral derecho nos mira y nos habla “tengo frío”, repite a cada pregunta…
Revisión rápida de trauma y TCE en zona parieto-temporal derecha es el único hallazgo significativo más allá de alguna erosión en manos y rodillas.
“Ha aparecido saltando de detrás de ese seto y nada he podido hacer para evitarlo”, nos comenta un chico joven que conducía aquel coche cuya luna delantera presenta el impacto de la cabeza. Iba despacio y lo ha visto volar…nervioso, triste y entre lágrimas relata un atropello a baja velocidad.
Glasgow de 15, pupilas medias e iguales que reaccionan ante la luz de la linterna, herida sangrante en la zona del impacto, sin deformidades, moviliza extremidades sin problema, no trauma tórax y abdomen blando…
Collarín, movilización en bloque, al tablero con Dama de Elche para sujetar su cabeza y a la camilla.
Ya en la ambulancia revisión más en profundidad no evidencia otros hallazgos.
“Tengo frío”, “¿Van mis gafas?”…vendaje, vías, paracetamol, suero caliente y calefacción que le hace entrar en calor y a nosotros sudar y sudar.
Una cuidadora se acerca a la ambulancia y nos cuenta…Se trata de un joven con déficit cognitivo ligero que vive en un centro especializado. Un chico alegre que siempre va saltando y saludando a todo con quien se tropieza… Un poco trasto, pero adorable.
“¡Soy del Madrid!”, “¡Soy del Madrid!” repite entre risas, una vez el calor entra en su cuerpo y recupera su normalidad.
“¡¡¿Viste el golazo!!?”…sonríe y habla de su vida, de su pueblo, sonríe y nos hace sonreír.
Al retirar sus zapatillas vemos que lleva ocho nudos en aquellos cordones de colores…”Siempre me dicen que hay que sujetarlos bien para no pisármelos y caerme”.
Iniciamos traslado con la sospecha de que ese trauma pudiese encerrar algo más que en ese momento no se hacía evidente, pero la inercia del golpe nos había puesto en alerta…
Al llegar al hospital bostezos, y más bostezos…Algo empieza a ir mal…
Al pasarlo de nuestra camilla a la del hospital nos dice entre risas, “¡Venga chicos, moverme a la de tres, una…!”…en un rato había aprendido que el que sujeta su cabeza manda y cuenta hasta tres antes de iniciar cualquier movimiento del paciente…nos reímos y nos dimos un apretón de manos en la despedida…
¡Madrid,Madrid!…me grita al darme la vuelta.
Paso rápido por box vital y directo al TAC que evidencia la hemorragia que ya intuíamos.
Esa misma tarde fue intervenido. A la mañana siguiente seguía estable dentro de la gravedad.
Estoy deseando entrar de guardia para saber qué tal se encuentra.
Estoy deseando algún día pasar por su pueblo para hacerle una visita en el centro y decirle que si, yo también vi aquel golazo, pero sin duda él y su actitud alegre ante la vida tienen para mi mucho más valor que cualquier gol, que cualquier futbolista, por muy brillante que sea y aunque sólo lleve dos nudos en los cordones.
Estoy deseando volver a ese mar para escribir este post en forma de capítulo…
<<Frente a ese mar sacudo emociones adheridas al uniforme en forma de estas lecciones aprendidas que estás leyendo>>
Y así otra batalla y así una profesión.
Este es el segundo dibujo que encontrarás en el libro Batallas de una ambulancia.

Digiriendo emociones.
Fue aquel aviso que derrumbó mi coraza, abrió mi corazón y cambió la percepción de mi trabajo.

Fue una niña que se nos fue.

Fue una carta que le escribí, “Carta de un enfermero a un Ángel” y  que puedes leer en este mismo blog.

Fue agosto y fue un aviso de pesar, de dolor interior que molestó y fatigó mi ánimo.

Fue el inicio de mi YO actual, este que viene a relatarte esas emociones que vivo al subir en esa ambulancia.
Fue pena y fue el mayor acto de aprendizaje que jamás viví y que a día de hoy, al escribir estas letras, sigo viviendo.
Fue entender y hoy es compartir para que entiendas.
Fue entender emociones. Tras aquel aviso la pena se apoderó de mi cabeza. Lloraba sin saber, sin entender motivo.
Fue tomar una decisión. Leer, estudiar, era hora de buscar la causa y poner punto y final a ese agua salada en mi mejilla.
Fue entender que debía tomar consciencia de lo que aquella noche sentí y de lo que, a día de hoy, me despierta pensar lo vivido en aquella habitación.
Fue al principio enojo, culpabilidad, tristeza, preocupación, resentimiento y dolor.
Fue, a continuación, alegría, cariño, agradecimiento y seguridad en mi mismo.

Fue aprender que fueron emociones normales y necesarias para evolucionar. Sé que todas forman parte de una consciencia emocional plena y madura.
Fue aprender a revisar lo que siento tras cada aviso, lo que me despierta. Darle nombre y grado de intensidad para poder compartir contigo.
Fue entender que he de reconocer, aceptar y respetar mis propios sentimientos conforme aparezcan en mi vida.
Fue comprender que superaré los momentos más difíciles si soy capaz de enfrentarme a ellos tratando de entenderlos y nunca negando u ocultando lo que cada batalla perdida me generó de frustración y dolor.
Fue saber que sentir no es malo ni bueno. Sentir es vivir y no he de juzgarme por sentir. Simplemente aceptar y canalizar.
Fue practicar. Ser consciente de mis emociones me ayudó a poder hablar sin tapujos de mís sentimientos. Me ayudó a comunicarme contigo. Me ayudó a gestionar con más eficacia conflictos. Me ayudó a superar momentos y sentimientos difíciles de digerir.
Fue un cambio, fue un camino. 

Traducir todo lo sentido, emocionado y vivido en lecciones que me son útiles a mi y que quizá sean útiles a otros compañeros que algún día vivan o hayan vivido una pérdida, un aviso similar al mío. Ojalá ayude a alguien, ojalá leer esto te ayude a ti. Ojalá ningún otro pase por lo que pasé.
Y así convirtiendo dolor en utilidad me siento pleno, me siento feliz.

Y así aquella batalla que fue pena transformada en felicidad.

…y habrá quien le pueda llamar magia…
Ese es mi YO actual, ese que te cuenta soy yo.

Quizá y solo quizá algún día a ti pueda contarte lo mucho que aprendí aquella noche en que nos dejaste…Y quizá, sólo quizá, tú puedas contarme lo mucho que hayas aprendido allá en el cielo…
Hoy recuerdo a una persona, o quizá recuerdo a muchas. Tantas como vidas se nos fueron. Tantas como mordiscos de la vida guardo en el zaguán de la memoria.
Hoy recuerdo a Juan, Pedro, Dolores, Lola, Guille, Andrea, Ascensión, Carmen, Felipe, Carlos…

Hoy recuerdo a una persona que nos dijo que tenía miedo a morir entre desconocidos y murió…
Al despertar me vinieron a la mente un “colage de caras”, una mezcla de rostros y una persona.
Era domingo de madrugada y entrábamos en un domicilio cualquiera de ese pueblo cualquiera donde una persona especial se ahogaba.
Por el pasillo, olor a colonia de niño y calor que se agradecía aquella noche de niebla fría…
Disnea intensa, cianosis, sudor frío que recorría su frente y hacía charco en el hueco que hay entre garganta y pecho.
Afebril, glucemia dentro de valores normales y tensión arterial por los suelos…
Sus ojos abiertos y aquellas bocanadas con las que trataba de morder el aire que se negaba a entrar en su pecho. A ese pecho inundado de líquido y tumor. 
Le incorporamos, sentado con tres almohadas. Aerosol, Corticoides, Seguril, Morfina…
Y aquella persona mejoraba…su frecuencia respiratoria bajaba y el color azulado dejaba paso al rosa pálido.
Fue entonces cuando reparé en sus hijos al pie de aquella cama inmensa de madera nogal…duscutían…
Discutían sobre la conveniencia de llevarlo al hospital o dejarlo en casa. Hablaban con la médico sobre el proceso terminal en el que se encontraba su padre.
La voz volvió a sus labios y la mascarilla le estorbaba…<<Quítame esto por favor>>.
Las fotos de aquel cuarto decían que había jugado al fútbol como profesional. Di Stéfano y él, él y Gento y Puskás…El Real Madrid de los años 60/70 desperdigado en fotos por mesita y cómoda. No podía creer lo que veía y el técnico me señalaba y susurraba…había sido jugador del mejor Madrid.
Recuperó plena consciencia y se afanaba en hablar pese a nuestros intentos por invitarle a no realizar esfuerzo,se empeñaba en hablar, tenía que contar…
<<No quiero ir a ningún sitio. Ya me encuentro mejor y sé que me queda poco. ¡Dejadme morir en paz!. Mañana os volvéis a Madrid y yo, si sigo vivo, quiero seguir solo, como llevo los últimos 10 años>>
<<Tengo miedo, miedo a morir entre desconocidos. No es miedo a morir. Quiero morir, quiero ir al cielo para abrazar a mi mujer, a mis amigos. Quiero morir porque sé que al morir voy a ir al cielo y allí aprenderé todo lo que aquí dejo en el tintero de la ignorancia>>…
Un hijo partidario de hospital y una hija partidaria de dejarle en casa, abandonaron la habitación para tomar la decisión más conveniente.
Su corazón latía a ritmo rápido y aquellas extrasístoles indicaban que comenzaba a fallar.
Durante un rato contó parte de su vida, esa parte de la que hablaban las fotos. “Soy del Madrid y este del Barça” le dije…y su cara tornó, durante aquellos minutos, en felicidad de antes. Su memoria le situó a punto de salir al césped y sus palabras denotaban alegría y orgullo de lo vivido. Pases, goles y una defensa de hierro de la cual él formaba parte.
Estasiados y él era aquel de pantalón corto, aquel hombre moreno y alto de las fotos en blanco y negro. No duró mucho, pero sé que fueron minutos de entusiasmo y esa felicidad suave se veía reflejada en su rostro.
<<Sí, me muero, lo sé, pero quiero hacerlo en mi casa y mis hijos poco tienen que opinar. Los quiero y si me quieren debieran de respetar mi decisión>>…
La fatiga volvía a su cuerpo y su dificultad respiratoria se hizo más Intesa. Vuelta a la mascarilla y oxígeno a alto flujo…más Seguril, más mórfico…se iba…
Al hospital, fue la decisión de la familia, una vez la consciencia había abandono a aquel hombre que instantes antes jugaba en la defensa del mejor equipo del Mundo…
Aquella misma noche se fue.
Nos dejó y esta mañana me vino a la memoria.
Recuerdo mezclado con Carmen. Vidas plenas que tratan en sus últimos momentos de dejar legado de lo vivido y que mil veces somos nosotros, los sanitarios, los depositarios de dichas reflexiones de última hora. Yo las guardo, para mi es oro puro que me ayudan a gestionar una vida a medio camino. A medio camino, quizá de ese cielo y ese abrazo con ese “colage de personas” de las que tanto aprendí y a las que tanto tengo que agradecer.
Todo mi cariño a esas personas, a esas historias a esas reflexiones que lavo junto a este mar…
Y así otra batalla y así una profesión.

Una vida plena y un adiós

Ha llovido mucho, muchas hojas han caído y aún hoy recuerdo con ese cariño especial a aquella Carmen. Mi primera paciente.

Hola Carmen, te debía estas letras…

Era el año 93, era Ceuta y con 21 años recién estrenados firmé mi primer contrato como enfermero. Con título y década recién estrenadas me comía el Mundo.

Tres años atrás había dejado mi pueblo, un pueblo bonito de gente tranquila y afable. Villanueva de Algaidas, ese situado en un rincón (de ahí que le llamen Rincona) de la provincia de Málaga. Atrás quedaba el trabajo duro en el campo y una familia humilde que se esforzaba, a golpe de sudor y grietas en las manos, por enviar a su primogénito a tener eso que ellos no pudieron tener…

Era 7 julio cuando me dijeron que trabajaría en un proyecto recién estrenado en la ciudad; hospitalización a domicilio de pacientes terminales. Ilusión y miedo al plasmar la firma en aquel contrato color sepia.

Estaría solo en la calle, visitaría a personas en su tramo final de esta vida. Sabía que salía a perder, me tocaba lidiar con la que nunca pierde y jugaba en su terreno. Nada me hizo perder aquellas ganas de ponérselo difícil, de restarle fuerza y dolor a la muerte. Esa muerte que hoy veo como un mero trámite del aquí al allí.

Con las últimas pesetas de la beca y la ayuda de mis padres me compré aquel maletín de cuero marrón, aquel que mil veces vi en manos del practicante de mi pueblo. Lo llené de material de curas, jeringas, agujas, suero, cremas, sondas, apósitos y si te soy sincero lo tuve que llenar de cojones porque tenía más miedo que vergüenza.

<<Hola, me llamo Alberto y soy el enfermero que a partir de hoy vendrá a visitarla a diario para curar sus úlceras>>, era mi primer domicilio…<<Hola me llamo Carmen y soy vasca, pasa, pasa hijo>>

Mi primera paciente y mi primer contacto con la realidad sin un compañero al que preguntar, sin más ayuda que un Walkie gigante con el que podía solicitar ayuda de un médico si la cosa se me escapaba de las manos.

Ojos pintados de azul intenso, colorete rosa en su mejilla, pulseras, anillos y un gran collar de perlas gordas que enmarca una cara risueña. Peinado de peluquería, pelo naranja cuidado, muy bien peinada.

Bastón de madera y marfil le acompaña en su paso ligero al salón.

<<Siéntate, ¿Quieres un café?>> …Curé sus úlceras, tomé constantes y alertado por su hiperglucemia le informé de la cantidad de insulina correcta…La conexión fue instantánea y surgieron palabras y más palabras… hora y media después abandonaba con prisas mi primer domicilio.

Carmen vivía sola a sus 85 años y un tumor se la estaba llevando, pero como decía ella “tan poco a poco que al final le voy a ganar la batalla por aburrimiento. La ventaja de ser tan mayor, todo pasa a ritmo lento; lo bueno y también lo malo”.

Las fotos de aquel piso me contaban lo que ella corroboraba con palabras. Había sido una mujer elegante, “fui mujer de bandera”, belleza en blanco y negro desperdigada en mil fotos y retratos.

Había vivido una vida de ensueño, lujo y placeres le habían acompañado desde la infancia. Familia acomodada de San Sebastián, había estudiado en el Liceo Francés y Universidad en Suiza. <<Tuve mil amantes y un amor>>, aquel amor que vestía uniforme de Capitán de la Marina Mercante en aquella foto que era la única foto sobre la mesa de aquel salón donde tomábamos aquel café.

Fue un mes, un mes donde establecimos una relación abuela-nieto, una conexión más allá de lo meramente profesional. Me invitaba a merendar y a desayunar los fines de semana. Un encanto de mujer a la que oír era poco menos que meterse en una novela de las de antes. Tanto que contar y nadie que la escuchase. Viuda y sin más familia que un sobrino en el norte con el que poco más que el testamento le unía.

La puta soledad y aquella enfermedad terminal le empujaba a contar su vida en capítulos, día a día con prisa me narraba viajes increíbles, cenas de gala en salones con lámparas gigantes. Trajes de metro y medio de cola, diademas, bailes, fiestas por toda la vieja Europa. Todo era bonito en su vida, a pesar de las mil infidelidades que ella perdonaba e incluso disculpaba. Roma, París, Viena…Vivió tres años en la Costa Azul y aquellos años fueron sin duda los tres años más felices con el final más amargo. Una mala inversión y la ludopatía los llevaron al borde de la ruina. El paraíso se desvaneció y sólo les quedó la sombra del recuerdo.

Fueron a vivir a Tánger, montaron un negocio de exportación y eso les permitió el retiro en Ceuta.

Al despertar una mañana su marido, su razón de ser, al que había acompañado por medio mundo persiguiendo el sueño de llegar a ser inmensamente ricos, ese único amor; era un témpano inmóvil a su lado.

Y vino la soledad, casi la indigencia, hasta conseguir vender lo poco que quedaba de la empresa. Era más que suficiente para vivir los pocos días que le quedaban tras aquel diagnóstico de muerte cercana.

El dolor la despertó una noche de finales de julio y al llegar a la mañana siguiente me esperaba despeinada y sin maquillar. “Me duele mucho, Alberto”. Un mórfico vino a mitigar sufrimiento y a traer somnolencia. << Hoy me voy a morir>>, me dijo tras aquella inyección. <<Sé que hoy es mi último día aquí. Lo sé y no me importa, lo gradezco y lo deseo. He vivido tan plenamente que este trámite no me va a restar un ápice de agradecimiento a la vida. Quiero y necesito irme. He cumplido con creces, son 85 años y en absoluto me puedo quejar>>…Ella no lloraba, yo sí.

<<Alberto, agradezco tu corazón y te doy un consejo; sufrirás, en esta vida y esta profesión sufrirás, pero no cambies, algún día aprenderás a vivir con ello>>

“Venga Carmen déjate de tonterías y deja que te cure que me lías y luego voy con la lengua fuera el resto de la mañana” …

Y fue a la otra mañana cuando me abrió la puerta la chica que dormía con ella desde que en entró en el programa de asistencia integral a pacientes vulnerables, la que con su cara me dijo todo…Carmen no había despertado, murió en aquella cama donde un día había despedido a su único amor.

Fue justo un mes que, hoy pasados casi 25 años, recuerdo con un cariño inmenso.

Fue mi primera paciente y fue la primera paciente a la que tuve que decir adiós desde que ejerzo como enfermero. Y curiosamente poco recuerdo tengo de aquellos cuidados y muchos de aquellas horas de charla y confidencias.

Se fue a sabiendas que se iría esa noche y se fue alegre de haber estado, de haber vivido.

Se fue, se dejó caer como esas hojas caen de árbol tras haber cumplido su ciclo vital…

DEP Carmen F.O

PD: Como siempre nombre y datos clínicos quedan ocultos en el anonimato de usar otros.

 

 

 

 

 

 

No quiero morir, no quiero morir, no quiero morir…

El turno se acababa aquella mañana, una guardia tranquila, la UVI sin novedad y poco digno de reseña sería el relevo al compañero.

¡¡Aviso!!…Un grito y otra vez en marcha.

¡Varón de 26 años en parada respiratoria!

Una foto sobre la cabecera de aquella cama de hospital en el domicilio, narraba el día de su boda. Lo que no decía aquella foto es que dos meses antes, el hoy matrimonio, había conocido la sentencia de muerte, él sufría Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), su cuerpo se iría paralizado hasta quedar tetrapléjico, hasta dejar de respirar….y decidieron hacer bueno el amor en la enfermedad.

En esa enfermedad cruel que va paralizado el cuerpo sin afectar consciencia, donde tu cuerpo se aleja de esta vida a la que tu cabeza, tu consciencia se aferra.

Ella lloraba en silencio y sus manos, sus manos acarician su pelo…

¡Está en parada respiratoria!

Inconsciente, cianótico, apneico, pulso carotídeo débil palpable, pupilas reactivas.

El monitor registra bradicardia y saturación de 71 %.

Paciente al suelo, intubación rápida con mascarilla laríngea, vía del 18…

Oxígeno a alto flujo, cambio a intubación con tubo del 7,5 fijado a 22 centímetros, respirador portátil hasta ambulancia.

Tras 10 minutos abre ligeramente ojos, parece que quiere ventilar, sedación ligera.

Recupera pulso lleno y sinusal a los pocos minutos.

Traslado, tras alerta al hospital…

Se le realizó traquetomía y tras 15 días volvió a su domicilio.

 

A ese domicilio donde a los tres meses volvimos, había que cambiar la cánula de traquetomía.

La misma foto…las mismas manos meciendo el pelo de un chico asustado que no podía comunicarse más que con un dedo del pie sobre un ordenador y la mirada que desliza sobre una tablilla con el abecedario…

No quiero dormir, por miedo a no despertar, no quiero dormir…

Y sus palabras silenciosas repetían…No quiero morir, no quiero morir…

Y al salir, al encerrarme en mi cuarto de la base no pude evitar otras lágrimas, lágrimas de empatía, lágrimas de impotencia…agua salada que me acerca a su sufrimiento y cada día me ayudan más a discernir lo que realmente importa de lo que es sólo superficie.

 

Y así otra batalla y así una profesión.

PD: Unos 4000 casos en nuestro país, 900 diagnósticos nuevos cada año. En los últimos años apenas se ha avanzado en su tratamiento. Hoy por hoy no tiene cura. ¿Nos merecería la pena invertir en investigación para mejorar la vida de esta y otras enfermedades cada día menos raras? ¡PARA MI SI!

 

 


Y nuestras bombas vencerán, por dignidad, por humanidad, por valentía vencerán…

¡Ante las de los miserables serán nuestras bombas las que vencerán!

Nosotros también usamos bombas, bombas de infusión, bombas que transfunden vida…

¡Esa misma vida que aquellos quieren arrebatarnos y nosotros peleamos por conservar!

¡Y nuestras bombas vencerán, aunque no siempre salvemos esa vida, vencerán por humanidad, por dignidad, porque somos más y más valientes, porque vamos de cara a luchar, nuestras bombas vencerán!

Y nuestras bombas perfundieron analgesia, sangre, sedación…aquello que hizo más llevadero el dolor, robaron vidas a la muerte…

Queda dolor, dolor por la pérdida, dolor emocional, dolor de corazón que ninguna bomba mitigará, sólo el tiempo, las palabras, sólo el cariño ayudará…

Y hoy nuestras bombas vuelven a la calle, quizá alguna de ellas algún día inyecte vida a uno de esos asesinos que tanto desprecian la ajena.

¡Y ahí la virtud de esta profesión que defiende al que sufre sin atender a creencias políticas o religión que profesa!

¡Y hoy me siento orgulloso de nuestras bombas, de nuestros compañeros que a pie de batalla estuvieron, desde aquí mi respeto y admiración!

PD: ¡Ojalá este post llegue lejos y le pegue en la puta boca a alguno de estos desgraciados (perdón por la expresión) y se entere que sus ganas de morir nunca superarán nuestras ganas de vivir! 

¡Y así otra batalla y así una profesión!

 

 

Otras historias en el blog albertols.com

 

 

Cien cohetes, nacieron con cien momentos de felicidad…
Murió ella y al día siguiente murió él

Y las arrugas dieron alas a sus almas
Y eran jóvenes y miraban aquellos fuegos artificiales pidiendo un deseo tras cada explosión de color, eran sus cien cohetes, cien momentos de felicidad con los que todos nacemos y ellos se disponían a vivir…
Y fueron felices…
Y pasó el tiempo

Y se hicieron mayores…
Y las arrugas envolvieron aquellas penas, aquellas alegrías hoy lejanas, siempre tan cercanas.
Y hoy las arrugas sonríen al recuerdo. Ese recuerdo de una vida les acompaña últimamente a cada instante, sentados a su mesa, paseando de la mano por el paseo, bailando en las fiestas del pueblo, charlando en familia…recuerdos hechos presente que ha convertido sus vidas en un trío donde el pasado ocupa el centro y con el que beben a sorbo lento sus últimos días de vida.
Y las arrugas bostezan, el cansancio se apodera de sus cuerpos marchitos. La hora de partir se aproxima y la sensación de haber sido felices, muy felices los tres les embarga.
Y las arrugas vinieron a dar fé de una vida vivida con plenitud, un trabajo acabado con la íntima satisfacción del deber cumplido, sin deudas, sin palabras de amor en el tintero, las arrugas vinieron a dar fé
Y las arrugas fueron testigo de aquel último pensamiento, “vivimos aquellos cien cohetes de felicidad, aquellos y muchos más momentos de VIDA, que hicieron que vivir mereciera la pena”
Y las arrugas cubrieron sus cuerpos y dieron alas a sus almas…Hoy vuelan en su busca uno del otro para firmar un nuevo contrato de amor, de felicidad allá donde vayan…hasta que las arrugas vuelvan a cubrir sus cuerpos tras una vida de felicidad diferente.
DEP Ella y Él, Descansen En Paz!
PD: Este post va dedicado a una pareja de ancianos fallecidos este pasado invierno, murió ella y al día siguiente murió él. Tuve la suerte de charlar con ellos y tuve la suerte de oír amor en boca de dos personas plenas que sabían de su próximo final. Palabras bonitas, nada de resignación ni fatalidad, palabras que sólo puede pronunciar aquel que vivió sus cien cohetes plenamente!
#AlbertoLS

Carta de un enfermero a un Ángel.

“Hola Blanca hoy hace tres años y necesitaba escribirte estas letras

Hoy lloré 

Hoy Lloré, volví a llorar y no me da vergüenza…

Quiero que sepas …

Naciste condenada, un síndrome de muerte te había tocado en suerte, pero te aferraste a la vida, esa vida que te prometía llegar a adolescente.


Aquella noche sonó el Tlf. y aquel maldito aviso decía que tu corazoncito se paraba…

Corrimos, creo que salté de la ambulancia en marcha.


La Lucha


Tu añito de vida peleaba por seguir adelante, te ayudamos e incluso 

abriste los ojos y nos regalaste unos minutos de ilusión

¡Ilusión, qué poco nos duró aquella ilusión!

Peleamos, hicimos todo lo humano durante aquella hora …y perdimos …Eran las 00:05 del día 03/08/14


Creo que nunca deseé tanto ser Superhéroe para devolverte a la vida, pero la realidad nos machacó con su versión más dura…


Tu padre


Ningún padre merece ver morir a un hijo…

Un hombre valiente nos dio una lección de entereza y humanidad, te cogió en brazos, te despediste de tu hermana gemela y nos diste un beso, mis lágrimas mojaron tu mejilla.


Nos pidió reponernos, secar lágrimas para al salir por la puerta dar la misma oportunidad que te habíamos dado a ti, otra oportunidad a otro niño que la pudiese necesitar, esta oportunidad que ha tenido mi Ángel dijo…aún siento el nudo que me ahoga el aliento.

Aquella noche Jorge se salvó de un accidente, hoy tiene una preciosa niña…Angélica…creo en los Ángeles…


Tu corazoncito


Tu corazón se rompió y parte de mi alma quedó en aquel cuartito rosa.

Quiero que sepas, no fuiste mi hija, siempre serás parte de mi vida.

Quiero que sepas que hoy lloré, volví a llorar con tu recuerdo volví a llorar

Quiero que sepas que aquel enfermero que lloró sobre tu cuna te recuerda y te llevará en su corazón hasta el día que se rompa …quizá en algún cuartito rosa…”


Blanca DEP 02/08/14


PD: Esta carta te la escribí el año pasado, ha pasado un año y han pasado muchas cosas, desde entonces han pasado muchas cosas…

Fueron estas letras las que me empujaron a contar otras experiencias, otras batallas, unas por desgracia perdidas, como la tuya, otras muchas ganadas. En este y en los dos años anteriores no has dejado de estar presente en mí, en mi corazón y en mi cabeza.


Un día pasé por tu pueblo, pasé cerca de tu casa, con lágrimas en los ojos estuve tentado de parar, buscar a tu padre y darle un abrazo, decirle lo mucho que me enseñó aquella noche y lo mucho que aún te recuerdo…Lo mucho, que aquella última hora tuya ha aportado a mi vida.

Hoy me despido hasta el año que viene, no dudes que volveré y durante estos 12 meses seguirás aquí, ¡aquí a mi lado, aquí en mi corazón! “


Nota: Por motivos de privacidad cambié, como siempre hago, nombres y datos clínicos.







Cuando sobran palabras y se susurran emociones…

 

Era noche cerrada de domingo, el bochorno se podía cortar y la guardia estaba siendo penosa, el teléfono sonó y el aviso nos activó en segundos. Crisis convulsiva en varón de 26 años.

 

A los pocos minutos entrábamos en una casa de esas grandes, muy grandes, con escalera doble de película.

Nos había abierto la puerta un hombre tranquilo y amable…

 

Guille dormitaba sobre la cama húmeda y todo apuntaba que se encontraba post crítico tras cuadrado convulsivo tónico-clónico.

Al tratar de despertarlo un gemido ininteligible…

“Gille es un niño de un año con cuerpo de 26” dijo la madre…la dichosa anoxia perinatal le había condenado a ese déficit cognitivo de por vida.

 

Tensión de 123/74, saturación de 95{67b1d84c7ba24a3d72404dd7e2cff0195098073e148bc1a728d6d167952df1c9}, afebril, glucemia de 123 mg/dl, ritmo sinusal a 77 lxm y respiratoria de 16 rxm. Pupilas isocóricas medias y normoreactivas, no había relajado esfínteres…

En sus 26 años nunca le ha sucedido nada parecido, era su primer cuadro epiléptico, está sano como una pera, alguna alergia al polen y es un niño alegre.

Su mirada se clavó en la mía, mirada clara, ojos tristes…

Tras varios intentos de sus padres, de los otros compañeros, seguía sin querer moverse de la cama.

Le pedí al padre si me dejaba hablar con él, abrió los ojos como platos cuando le empecé a cantar aquella canción en su oído, esa canción de Marco, esa que durante años canté a Pablo y Jimena justo al ir a dormir…agarró mi dedo índice de la mano izquierda buscando algo a lo que aferrarse, buscando cerrar los ojos… ¡tenía sueño!

Tras acariciar su pelo y con el susurro de la canción, conseguimos pasarle a la camilla, nada más hice durante ese traslado al hospital, susurros y mecer su pelo fue su mejor tranquilizante, el mejor sedante…por el camino no pude evitar una lágrima…podría ser mi hijo, ¡qué injusta puede llegar a ser esta vida!

 

Le pasamos a la cama del box de observación con su mano aferrada a mi dedo…Un beso en la frente y un gracias fue mi despedida, al soltarlo y echar la vista atrás, una mirada de por favor no te vayas y otras dichosas lágrimas recorriendo mis mofletes!

 

Historias que recordar, Personas a las que merece la pena nunca olvidar…

 

Y así otra batalla y así una profesión.