Un hombre asesinó a una mujer 

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Un hombre asesinó a una mujer.
Una muerte condenada, un asesino de corazón negro, una mujer de alma roja que dejó dispersa por aquel salón…
Era primavera, había llovido y aquella mañana de martes, era martes y no era 13, martes cualquiera de mercadillo en un pueblo cualquiera.
Ajustábamos el respirador, fallaba el anclaje, ambulancia revisada.

Sonó el teléfono, un precipitado en vía pública y las sirenas…
La gente brazos en alto nos alertaba que era al final, al final de aquella calle sin salida.
Varón de unos 35 años en decúbito lateral izquierdo, consciente y orientado se dio la vuelta nada más oír nuestra llegada.

Se ha tirado de aquella ventana, un segundo piso y se ha golpeado con la barandilla de la rampa de acceso, comenta una vecina de mandil negro y muy dispuesta a ayudar…
Revisión rápida de trauma, sangrado abundante en tórax y abdomen que tras cortar camisa deja al descubierto tres heridas incisas por arma blanca: epigastrio de unos 4 centímetros, hemitórax izquierdo entre sexta – séptima costilla línea media clavicular de unos 3 centímetros y que no respira, por último una de unos 5 centímetros en flanco izquierdo.

Posible fractura pierna izquierda, erosiones varias, no TCE, y resto sin hallazgos.

T/A 130/75, Fc 77 lxm, respiratoria de 18 rpm, afebril, normoglucémico, pupilas isocóricas medias reactivas, movilidad de extremidades conservada, no signos de hipovolemia, abdomen depresible y blando.

Comprensión de heridas, collarín, férula en pierna, vía del 18, cuchara al colchón y camilla dentro de la ambulancia.

Tocan a la puerta y un policía local nos alerta de que la mujer no aparece y los vecinos oyeron ruidos de pelea…
No entréis me dice con mirada fija, no entréis, ya no hace falta que entréis repite…
Al minuto subíamos por las escaleras al tiempo que un cerrajero abría la dichosa puerta, aquella puerta tras la cual había dejado su alma una chica de 34 años, su alma dispersa en color rojo que impregnaba todo…tras el sofá la mujer por la que nada pudimos hacer…Se había defendido, había luchado y el sofá fue su último refugio…
Recuerdo rabia contenida al abrir la ambulancia y recuerdo la mano de la médico en mi hombro, una mano que puso las cosas en su sitio, somos sanitarios creo que quiso decir con aquella mano, aquella mirada de calma.
Al intentar cogerle una segunda vía retiró la mano en un gesto de dolor, “Mátame” me escupió a la cara…fue un micro segundo, no dudé, creo que no dudé, pero ¿Y si hubiese dudado?..
Cogí la vía, le pasamos 75 microgramos de Fentanilo y tras comprobar que las heridas no sangraban, paciente estable iniciamos traslado…

“Quiero morir”, repetía una y mil veces…yo escribía, yo redactaba la historia de enfermería…
Año y medio después fue condenado a 25 años de cárcel por asesinato, violencia de género en forma de corazón ennegrecido que derramó la vida de una inocente en aquel salón de aquella calle sin salida.
Si me lees, a ti asesino condenado, y sin rabia ni rencor te digo, no te di el gusto de aliviar tu “sufrimiento” en aquel momento, no te di el gusto de ennegrecer mi corazón por aliviar el tuyo!
No lo hice, no lo haré…
Y así otra batalla y así una profesión

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