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Una historia real

Alberto Luque Siles

Una historia real

La noche más fría, la suerte más grande del mundo.

Una historia real… Un perro abandonado, un atropello, una salida de vía, un vuelco, un favor y volver a nacer.

“¡Aviso chicos!”

Una base que no es la mía, una ambulancia revisada, un día de Ictus e hipoglucemias, una guardia cualquiera en una ambulancia cualquiera fue este país.

“Han atropellado a un animal grande y hay un atrapado”.

Es en la autovía probablemente más desierta de España.

Chaleco, forro polar, y otra vez el click de la pernera me mete de lleno en mi propia visión túnel, en mis propias preguntas compartidas con el resto del equipo.

De camino repasamos los diferentes casos que cada uno vivió como aquel caballo que se llevó la vida de una señora no muy lejos de aquí…silencio y vuelta al propio túnel de pensamientos.

Coche de mantenimiento, destellos naranjas en la noche negra señalan el lugar, desde la carretera no se ve el vehículo. De un talud sube un operario y nos indica que es al fondo.

 “Está viva, tiene frío, calor y dolor”.

Coche en una pequeña vaguada que ha dado varias vueltas de campana y aparenta estabilidad. Batería desconectada, no combustible, zona segura, esperamos bomberos y de mientras…

Una historia real

Una historia real

Revisión rápida de trauma…

Chica joven, consciente y orientada que se encuentra atrapada. Lleva cinturón, se queja de parestesias en ambas manos y una pierna. Esa sensación de cosquilleo nos pone en alerta.

Sujeción de cabeza. Collarín. Revisión rápida de trauma, arañazos superficiales, dolores aquí y allí, no sangrados, no deformidades, no TCE, abdomen blando; todo de momento apunta a estabilidad, salvo esa “sensación rara” que le va subiendo a antebrazos.

Vía del 18 en dorso maño izquierda que asoma por ventanilla del conductor, suero caliente, analgesia y llega la tranquilidad, llega alguna lágrima y toca charlar.

Los bomberos trabajan para extricar a la chica que, en ese momento, una vez cortado cinturón, deja caer su cuerpo sombre mi mano derecha al tiempo que relata lo sucedido…

“Un perro negro se ha cruzado, no lo he podido esquivar y soy consciente de que he volcado. No me podía mover, las luces del coche no funcionaban, el móvil ha desaparecido, no podía gritar, no sabía qué hacer, mucho frío, todo estaba oscuro, nada podía hacer…”.

Está angustiada, pensaba que moría y la ansiedad la lleva a la lágrima en silencio, era una historia real.

Llega el momento de mover a tablero, de tablero a colchón de vacío, a camilla y al interior de la ambulancia.

Otra vía, revisión a fondo y sólo ese hormigueo persistente, aunque conserva movilidad y sensibilidad.

El señor de mantenimiento nos relata que un conductor ha pasado y ha visto un perro muerto en la cuneta.

“Es raro que a las 12 de la noche alguien pase por aquí, vea un animal que no interfiere en el tráfico y alerte al 112. Cuando he llegado he visto restos de coche en la cuneta, he sacado la linterna y ahí es cuando he visto el coche al fondo”.

De camino al hospital activamos nuestro Código Trauma para una pronta atención por especialistas a nuestra llegada.

Llora con desconsuelo amargo.

“No sé por qué la vida me trata así, iba a 120 y no lo he podido evitar, pensé que era último que veía en esta vida y me queda mucho por hacer, apenas tengo cuarenta años y me queda mucho por hacer…”.

Me toca mirarla a la cara…

“No imaginas la suerte que has tenido, dentro de la mala suerte te digo que ese pobre animal te hizo un último favor. Quedó en sitio visible y gracias a eso lo vio un conductor que tuvo la sensatez de alertar a emergencias y gracias a eso estamos aquí. Lo más normal es que el animal hubiese salido despedido y nadie lo hubiese visto. Casi nadie pasa por esta carretera de noche y hubieses pasado la noche dentro del coche”.

“Entonces imagino que después de todo tengo que darle las gracias”, sonríe.

Quedó en Urgencias, tras un TAC se confirma alguna lesión ósea sin compromiso medular, estable en observación.

Seamos sensatos y humanos. Abandonar un animal (llevaba collar y no chip) no sólo es una barbaridad, sino que puede poner en peligro la vida de las personas.

A las mascotas se las cuida, se las quiere y si no, no tengas mascota, cómprate una bicicleta.

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Aquí te dejo mis libros, donde encontrarás relatos similares.

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