Una historia personal y el pánico llegó a mi vida.
Una historia íntima, una historia de hace cuatro años.
Un regalo invisible…
En eso consiste este regalazo que nos hicieron nuestra madre y nuestro padre.
Este regalo invisible llamado vida; cada segundo es un regalo y nos resistimos a verlo, no queremos darnos cuenta…
A veces pienso que estoy tan preocupado en criar a mis hijos que olvido que mi padres envejecen, y es ahí, justo ahí cuando echo vista atrás y pienso en ellos cuando yo era niño.
Pelearon lo indecible, lucharon y entonces no lo veía, ahora no necesito de esfuerzo para poner en valor aquellos sacrificios, aquellos sudores de jornales de 12 horas recogiendo aceitunas a destajo…y yo era feliz.
Recuerdo recordar en aquella época el miedo a perder a uno de ellos, era pánico y ese pánico sigue siendo porque tengo la suerte de tenerlos aquí, aquí a mi lado, no físico, si emocional.
Y hace cuatro años el pánico llegó a mi vida.
Yo tenía dos empresas montadas en plena crisis, una de tecnología y otra de asistencia sanitaria. Era coordinador de la Enfermería del Área y llevaba un equipo de comerciales de otra empresa…mi vida no daba de si…aquellos sudores de mis padres eran presente en mi vida.
Los había visto trabajar tanto que no hacerlo yo me parecía indecente.
Trabajo y más trabajo ocupaban mis días y parte de mis noches…solo escribir me consolaba.
Y llegó mi Ángel, llegó aquella niña que una noche de verano se nos fue de nuestras manos directa al cielo…y mi vida dio un giro.
Y en ese momento de giro mi vida me dio otro zarandeo de los que te ponen los puntos sobre las ies.
Fue aquel verano tras la pérdida de Blanca, cuando una mañana tras la ducha me descubrí un “pequeño bulto”…
Y el suelo tembló bajo mis pies, y las cosas tornaron a negro.
No consultes enciclopedias Online me decía, sabía dónde buscar, sabía las probabilidades reales de que aquello fuese lo que no quería admitir, un 50 {dd1faaa974e128bd5987fd795b61a773592e8c72189d8063a58278bb9a158e92} justo.
No era mi especialidad y tenía que consultar a un especialista, pero era verano y estaba en Málaga.
Era verano y no había especialista al que consultar, llamé a escondidas y llamé y llamé y nada.
Era verano y eran vacaciones. Era verano y no quería asustar a mi familia.
Era verano y me tragué el pánico en silencio.
Era verano y pensé en el pánico que mis propios hijos sentirán al perder a su padre.
Era verano, aquel maldito verano…
Cada día tocaba la tumoración, y créeme, cada día la notaba crecer…sin duda la obsesión se apoderó de mi ya baja moral…estaba pasando los meses más amargos de mi vida y era el colofón de mi desdicha.
Recuerdo mirar a mis hijos bañándose en la piscina y pensar que quizá no habría otro verano, ni otra piscina, ni otras risas, ni otros paseos…
La cabeza es muy traicionera y la mía hizo que la tierra se abriese bajo mis pies, de repente todo dejo de tener el valor que hasta entonces había tenido; y me sobraba trabajo y me faltaba tiempo para ver crecer a mis hijos, me perdería sus adolescencias, sus amores, sus desamores, sus hijos, mis nietos…y volví a llorar, en silencio volví a llorar.
Así estuve 17 días hasta conseguir un especialista ya de vuelta a casa.
Aquella mañana al ir a aquella consulta noté que mi vida era moneda al aire dando vueltas y que sería cara o sería cruz…
Fue cara y a la mía volvió el color de ganas de vivir.
Lo conté a mi mujer, a mis padres, compartí el miedo pasado y tomé decisiones.
Vendí las empresas y mi vida volvió a girar, esta vez para dar más valor a lo que si merece la pena ser vivido.
Mis padres no pudieron elegir, yo si y tomé la decisión de ser menos rico y más feliz.
Tomé la decisión de vivir cada segundo como si fuesen dos.
Tomé la decisión de recoger el aprendizaje que esos 17 días y aquel Ángel me dejaron aquel verano para entender mejor que vivir es aquí, es ahora y es URGENTE.