¡Hola me llamo Alberto y soy su enfermero!

La transformación digital no debiera implicar deshumamización profesional. Ambas son y deben ser compatibles.

Saturación, recortes, masificación, presión asistencial que nos machaca y nos quema.
Pocas profesiones han sufrido tanto en sus carnes el deterioro del sistema en estos años de carestía como la sanitaria.

Nos dijeron que la tecnología nos haría libres y apostamos por optimizar procedimientos, buscar eficiencia a costa de menos personas y más máquinas.

Y esa transformación sería muy útil si, los propios profesionales no fuésemos tan reticentes al cambio y si desde la organización se apostase por ls formación, optimización tecnológica adecuada y no solamente por adquirir la última versión.

La transformación digital nos deslumbró.
La empresa que no apostaba por ella quedaba descolgada y es muy cierto que sin la tecnología no hubiésemos alcazando las cuotas de eficacia, pero queda alcanzar la excelencia….

En algún momento de la evolución se nos olvidó que los sanitarios tratamos con personas, no con bultos. No somos una empresa de logística que almacena paquetes, no tratamos con materia prima inorgánica. No tratamos clientes, ni con historias clínicas ni con casos clínicos más o menos interesantes.

En algún momento de esta hiper tecnologización perdimos el foco, dejamos de mirar a la cara, dejamos de saludar, dejamos de preguntar por la familia, por las preocupaciones de nuestros pacientes. Había que hacer más con menos y rápido, todo rápido, quizá excesivamente rápido.

Datos y más datos, analizando “Big Datas de sufrimiento y penas” encontraríamos la solución a mil problemas de salud, y así es en muchos casos, no en todos.

Rellenar mil y un registros, mil formularios y mil encuestas sería la solución a casi todo.

Alguien pensó en la transformación de las personas, de los profesionales…y en ello andamos.

Todo nos ha llevado a un nivel superior de eficiencia y quizá eficacia.
Quizá transformación de organización y personas sea el camino, quizá esa evolución sea compatible con mantener la esencia, quizá no sólo sea compatible sino imprescindible.

Tenemos la tecnología, usémosla, y quizá añadiendo un plus de humanidad, podríamos alcanzar aquella tan deseada excelencia.

A veces me pregunto…
¿Dónde queda el trato cercano, el aliento, el calor de humano a humano?

¿De verdad no hay tiempo para un hola?

¿De verdad somos máquinas de aplicar protocolos?

¿De verdad un robot podría hacer mi trabajo?

Y llegó la humanización, alguien pensó que nos habíamos pasado algunos pueblos y…humanizamos procedimientos, humanizamos técnicas, edificios, instalaciones, aparatos, pero…¿Cómo humanizamos a esos profesionales saturados, quemados y en no pocas veces astiados del sistema?

No seré yo, simple enfermero de ambulancia, quien diga tener la solución.
Yo solo digo que ojalá aquel fonendo me siga sirviendo para escuchar la inquietud de mi paciente.
Yo solo digo que ojalá nunca me falte ese “hola” al llegar y un “espero que se mejore”, al dejar a nuestros pacientes en aquella cama de hospital; aunque su historia sea digital.

Yo sólo digo que ojalá el calor siga siendo de humano a humano y no de robot a cliente.

 

Una sanitaria de batalla y aquí está…
Una que guardia a guardia se pierde cumpleaños, Noches buenas y viejas, se pierde parte de la vida de sus hijos.
Una que llega a su casa rota y sabe que tiene por delante otra jornada laboral.

Una que, a pesar de dolores, sube con la mochila a un cuarto sin ascensor y baja al paciente igual que su compañero.
Una que se arrastra por el suelo entre cristales, barro y aceite para entrar en un colche volcado.
Una que aguanta el tipo ante amenazas cuando la cosa se pone fea.
Una que muchas veces vi cuerpo a tierra cogiendo una vía, intubando o colocando un collarín.
Una que también ve a sus propios hijos en la cara de nuestros pequeños pacientes y como madre no puede evitar empatía con su dolor.
Una que también suda, ríe, se emociona, pelea, gana o pierde.
Una que es compañera, confesora y amiga.
Una que a veces nos resulta invisible y sin embargo sustenta nuestro Sistema Sanitario.
Una que a fuerza de trabajo y valía busca el hueco que sin duda le corresponde.
Una que puedes ser tú; madre, tía, abuela, prima, amiga… y quizá mañana sea mi hija. Esa hija que hoy pone cara a esta sanitaria de batalla a la que admiro profundamente y hoy, al igual que ayer y mañana, doy las gracias de todo corazón.
Dibujo perteneciente al libro Batallas de una ambulancia.

Un niño de los de antes que fui yo, que pusiste ser tú.
Un día me preguntaba mi hijo que por qué no sabía jugar a la Play, si era de lo más normal y yo también había sido un niño…

Fue una charla larga, llena de preguntas de Pablo y respuestas que me llevaron a otra época…
<<…Nací lejos de aquí, un verano de 1972, un verano de calor duro y seco en el interior de la provincia de Málaga. Fue en un pueblo blanco y bonito llamado Villanueva de Algaidas.
Y fue mi abuelo José, quien montado en el mulo Valeroso, el que se acercó desde el pueblo al campo. A Zamarra, que así se llama el lugar donde me crié, a decir a mi padre que su primer retoño había nacido sano, delgaducho y renegrido.
Mi padre con sombrero de palma blanco y la horca en la mano aventaba una palva de trigo en la era…aquella era sería mi primer parque infantil.
Y el niño salió tragón, una lata de leche NAN cada dos días suponía la mitad del jornal de un padre cuyo único patrimonio eran sus brazos y sus ganas.
Infancia temprana en un cortijo. Cabras, gallinas, un gallo que me picó en mi ceja izquierda y cuya cicatriz aún me acompaña. Arroyos de agua fresca y continua. Olor a cuadra y conejos.
Un perro pastor alemán mi primer amigo.
Animales, huerta, almendros, cereza roja, peras, manzanas…y las uvas como perdición…
Tirachinas, escopetas de caña, canicas de barro cocido, palos y piedras mis primeros juguetes.
Pero no todo era aventura y juegos.

Aceitunas y más aceitunas. Mañanas de frío que congelaban mis orejas y traían los dichosos sabañones. Padrastros en los dedos y barro que clavaban mis pies a la tierra, era pánico a ser engullido por un humedal.
Cántaros de agua desde el caño a la casa, lavar en el arroyo…todo se hacía a fuerza de brazos e ingenio. Todo costaba algo, nada era gratis y su precio era el sudor.
Arrancar garbanzos en las mañanas, muy de mañana, es el trabajo más penoso que recuerdo. Dedos desollados y espalda rota.
Quitar piedras, escardar, regar, quemar leña, desvaretar, cavar olivos…
Recogida de aceitunas y mil tareas de campo al salir de clase, ya viviendo en el pueblo, me impedían ir a jugar al fútbol, no sé jugar a casi ningún juego colectivo, ayudaba en los ratos libres, no había otra y no me siento traumatizado por ello, más bien tremendamente agradecido.

Un abuelo de chistes, historias y dichos me abrió los ojos a un mundo de muy antes. Él nació en 1905 y su vida fue bastante más difícil que estaba siendo la mía, por eso te entiendo Pablo, por eso entiendo que me digas que los tiempos han cambiado y por eso tú tienes lo que yo no tuve. Me alegro por ello.

Pero déjame que te diga que hay una cosa que no ha cambiado, sólo aquel que suda lo que tiene aprende a valorarlo en su justa medida.
Aquel sudor de niño de antes me hizo aprender a valorar lo bueno que me da la vida.
Me hizo aprender a valorar tu esfuerzo.

Me hizo aprender a exigirte para evitarte frustración y dolor futuro.

Me hizo fuerte, no Superhéroe, pero si fuerte y con ganas de salir adelante poniendo sobre la mesa sudor y esfuerzo >>
Un niño de antes que hoy es un enfermero de batalla y narra sus vivencias en el libro Batallas de una ambulancia que ya está a la venta en este blog.

Mi primera vez. Mi primera parada.
Y hoy, poniendo mi mochila en orden recuerdo…

Han pasado años y aún recuerdo aquella angustia, aquel sudor…
Hacía pocas semanas de mi incorporación a la UVI Móvil, tras meses de formación y prácticas estaba preparado, o al menos eso pensaba yo.
Recuerdo aquellos viajes de mañana temprano camino de la base, conforme me acercaba al trabajo aquellos pensamientos, aquellas dudas…¿Será hoy mi primera parada?, ¿Estaré a la altura?, estos equipos son buenos de cojones, saben lo que hacen y casi sin hablarse cada uno sabe lo que tiene que hacer…¿y yo, sabré reaccionar?
Había atendido éxitus e incluso una parada, pero nunca siendo componente de un equipo de emergencias, siendo responsable último. Siempre había alguien que te echaba una mano, siempre venía alguien detrás que te daba el relevo y te libraba de esa responsabilidad, pero sabía que el día que tocase en la UVI no vendría nadie detrás, o nosotros o nadie. Vida o muerte a tus espaldas.
La primera vez, recuerdo recordar aquel primer beso de primero de Instituto. Tenía 15 años y se me dio fatal, un desastre….claro que después mejoré, me decía en un intento de autoconsuelo.
Pensamientos aparte, era martes y quizá 13, pero ¡qué más da!, tocaba guardia lluviosa de frío intenso.
Revisar hasta la obsesión era mi mejor defensa en un intento de mitigar ansiedad. Cada vez que sonaba el teléfono de los avisos el tiempo se paraba a mi alrededor. ¡Por favor, Dios que sea una tontería!, me repetía cada vez que sonaba aquella dichosa musiquilla del Exorcista que un compañero, menos estresado y más veterano que yo, había puesto como tono de llamada.
Y sonó, justo era mediodía cuando el compañero técnico que llevaba en teléfono gritó ¡Parada chicos!… Y en ese momento te mentiría si te dijera que no sufrí yo la parada. 
Chaleco, riñonera, sirenas y ese sonido de guantes que encajan en manos…pocas palabras y mil pensamientos que me inundan.
Fueron menos de 10 minutos en los que di mil repasos al protocolo. Medicación, cálculo de dosis y visualización de mil prácticas. Todo revuelto y visión túnel al bajar de la ambulancia y coger mi mochila.
Un segundo piso sin ascensor y en la cocina entrando a la izquierda el equipo de primaria acaba de llegar e iniciar RCP Básica.
70 años sin antecedentes de interés, independiente para vida diaria que ha sufrido un síncope y lo han encontrado en parada.
No hay vía. Purgo suero en un segundo y coloco compresor, ¡no hay venas!, joder la obesidad y el frío han hecho que sus vasos se colapsen.
Mil ojos pendientes de mi y no hay vena que pinchar.
Un intento y nada, cojo aire, me voy al otro brazo y nada, otro pinchazo y le pido al compañero que saque una intraósea.

La tierra desapareció bajo mis pies, mi primera parada y mis peores pesadillas se estaban cumpliendo. ¡Joder qué mala suerte!…noto el sudor resbalar por mi espalda. 

Un último intento antes de usar la pistola de intraósea y…¡por fin tengo un pelo!, suficiente de momento…
Adrenalinas cada 3 minutos y voy preparando Bicarbonato.
Al coger la segunda vía todo cambia, ya si hay venas y todo sale perfecto. 
Quizá antes también las había y mi estrés nubló mi capacidad. 
30 minutos de RCP Avanzada y el médico dio por finalizada la reanimación. <<Para Alberto, hemos hecho todo lo posible>>. No había salido de aquella asistolia en ningún momento. Con los brazos agarrotados de dar masaje me resistía a parar. Fue la mano de un compañero puesta en mi hombro la que me sacó de aquella visión túnel que me impedía dejar de comprimir.
Paré y aún con mis manos sobre su pecho me recuerdo mirando aquellos ojos abiertos de mirada perdida de aquel hombre. Recuerdo el momento justo en el que fui consciente de que habíamos perdido.
Me inundó una desazón, una sensación de malestar y pena, unas lágrimas que no dejé que saliesen. Era un hombre joven y sano, era mi primera parada. Fue mi primer bofetón de realidad.
A pesar de haber hecho todo lo posible, todo el protocolo al pie de la letra; habíamos perdido la batalla. Lo que no decía aquel protocolo es que perder forma parte del protocolo.
Recuerdo recoger todo el material en silencio, recuerdo llanto silencioso de su mujer e hija y recuerdo culpabilidad mezclada con vergüenza.
Al salir mirada cabizbaja y un “lo siento, les acompaño en el sentimiento “, fueron mis palabras.
Con aquella charla que tuve con el equipo, ese que llevaban muchas batallas perdidas y muchas batallas ganadas, recuperé algo de ánimo.
Me eché en el sofá aquella noche y la sensación de frustración no me dejó cerrar los ojos.

Fue la primera y fue para mi un palo. Fue el inicio de entender.
De entender que somos sanitarios no Superhéroes y que para poder ganar hay que empaquetar muy bien las derrotas previas tras haber sacado las conclusiones de aprendizaje oportunas. 
Vinieron muchas más, ninguna fue igual a ninguna. Volvimos a perder y ganamos, algunas ganamos. 
Hoy sigo teniendo los mismos deseos de sacar adelante a alguien que se para y hoy entiendo mucho mejor que si no lo conseguimos es porque somos humanos y ante ese pequeño defecto poco podemos hacer más que volverlo a intentar con las mismas ganas que supuso aquella primera vez. 
Y así otra batalla y así una profesión.

No, no somos Superhéroes.Carta de un enfermero a una abuela que perdió a su nieto.

“Al leer su relato se me saltaron las lágrimas. Vaya por delante mi dolor, dolor a buen seguro de aquel equipo que perdió aquella batalla.

Sin ánimo de disculpar y desde el más absoluto de los respetos me gustaría comentarle, desde ese dolor me gustaría compartir con Ud.

Tardaron mucho…

Desconozco el tiempo que tardaron en llegar, desconozco el motivo de esos 25 minutos, pero resulta que es imposible tener una UVI detrás de cada persona. Quizá sea cierto que podría haber más recursos y quizá también no sea menos cierto que a veces la población demanda recursos avanzados para circunstancias que podrían resolverse con otros, dejando libres los avanzados para situaciones realmente de emergencia
No es menos cierto que todos deberíamos ser más solidarios con esas ambulancias que nos piden paso en la carretera con luces y sirenas, no son pocas las veces que nos vemos frenados por conductores que tratan de avanzar delante de nosotros, que no nos ceden paso en las rotondas, peatones que cruzan aun viéndonos venir…Ojalá fuésemos más solidarios, ganaríamos tiempo y puede que vidas.

No le salvaron…

Me gustaría hacerle entender que es mentira, no somos superhéroes, esa visión idealizada que se nos quiere hacer ver acerca de lo que somos es falsa.
Somos humanos y también perdemos, también nos equivocamos y no siempre sale cara. No le salvaron y estoy plenamente convencido de la frustración que esa derrota supuso a ese equipo. Ese que al salir por la puerta tuvo que reponer entereza porque quizá tuvo que enfrentarse a otra pelea; otra que quizá ganó o quizá también perdió, pero sin duda pelearon con las mismas ganas que lo hicieron con su nieto.

Me gustaría que entendiese que no somos culpables de que pasen las cosas, no somos responsables de que ese Ángel cayese al agua, no somos responsables de que alguien bebido atropelle a una señora con un carrito y mate a un bebé, no somos responsables de que aquel chico que cayó de la obra no llevase arnés de seguridad…somos responsables de tratar de arrebatar vidas a la que nunca pierde, y resulta que perdemos. ¿Somos por ello menos profesionales, somos menos humanos, somos responsables de todo lo que sucede?…
Me gustaría hacerle ver que también somos padres, madres, abuelos, que lo que a su nieto le sucedió le puede pasar al mio. Que estoy convencido que ellos vieron en su cara la cara de un niño tan querido por ellos como su nieto por usted.
Me gustaría contarle que sé lo que es perder un Ángel, sé el dolor que se sufre, sé que te ahoga el aliento y también sé que un padre una noche tras perder a su hija nos dio un abrazo que aún hoy agradezco. Esa noche un chico se salvó de un accidente de tráfico, tocó ganar, tras perder, tocó ganar.
Me gustaría hacerle entender a todos esos compañeros que hoy sufren por esas derrotas que perder forma parte de nuestro trabajo, que la frustración no ayuda y que la gestión de ese dolor es necesaria para poder seguir ganando.
Me gustaría por último hacerle saber que sé que nada de lo que diga podrá devolverle a ese Ángel y por ello querría darle un abrazo, uno sincero y de todo corazón

Alberto Luque
Un enfermero de batalla”
PD: Ayer subí un post a un grupo privado.
Narraba una parada de un niño que se ahogó y gracias a una buena RCP del socorrista y la actuación de nuestra UVI salió adelante.

Una abuela difundió un post donde recriminaba a un equipo haber llegado tarde y no haber salvado a su nieto de 3 años, yo le contesté tal y como puedes leer en los comentarios.
Empatizo con su dolor, aunque por desgracia me es imposible entenderlo plenamente, sólo aquel que sufre la pérdida de un hijo o un nieto puede saber plenamente lo que se siente.

Hoy decidí volcar, a través de esta carta, una reflexión en voz alta. Su relato me dejó un pellizco y me llevó a esas reflexiones que leíste en la carta. Reflexiones para mi, para los familiares, para el resto de compañeros que nos dedicamos a tratar de salvar vidas.

Una tarde de ira<<Os quiero y os voy a matar>>

Si, en esta profesión a veces te quieren matar…
Tarde atardecida era aquella de un febrero lluvioso, de uno de hace tres años.
Cielo plomo desde el amanecer y llovizna que nos había calado aquella mañana atendiendo un tráfico sin más consecuencias que chapa, pintura y fractura de muñeca.
A las doce de la mañana atendimos una parada. Mujer de 62 que se había sincopado en vía pública. Una hora de intentar, pelear y que había dejado sabor amargo en el equipo tras la derrota.

Hay avisos que aun saliendo todo bien al final sale todo mal.

Perdimos y fue uno de esos avisos que te colocan pies en tierra y te bajan del pedestal de los invencibles. Uno de esos que te dan bofetada de realidad y te enseñan que no somos super y menos héroes.
Aún recuerdo una hija joven que se acercó a preguntar entre lágrimas si su madre había sufrido…

Estaba siendo maldita guardia y la cosa, la cosa siempre puede empeorar, créeme, puede empeorar…
Justo eran las 17 horas y vuelve a sonar el teléfono. <<Chicos tenemos un camión ardiendo y un señor que parece haber intentado quemarse en su interior >>…Era el Técnico el que nos lo comentaba camino de la ambulancia.
Chaleco, riñonera atada a pierna y entrada en visión túnel. 
Sonido de guantes que se ajustan en manos heladas.

Sirenas, luces y otra vez a la carrera camino de una explanada embarrada de las afueras.

Un vigilante de seguridad ha apagado el incendio y sacado al conductor de la cabina donde al parecer ha intentado suicidarse.
Agachado y dejado caer sobre una rueda el camionero levanta la cabeza y nos invita a marcharnos <<Iros, no os necesito para nada. No me duele nada y estoy vivo, por desgracia estoy vivo >>.
Es un Policía quien nos comenta que, según les ha dicho, ha intentado quemarse porque ha gastado mil euros en bebida y chicas de compañía. Al parecer ha robado el dinero de la caja fuerte de la empresa y ha decidido “darse un festival” antes de acabar con su vida.
Agresivo, no colaborador. Da un salto para levantarse y encararse al policía que en ese momento habla por teléfono con la mujer…<<Tengo 54 años y puedo hacer con mi vida lo que me de la gana. Ni vosotros ni mi mujer me vais a obligar a vivir >>
Le conseguimos tranquilizar tras hacerle ver que queremos ayudarle. Tras ponerme gafas y guantes de seguridad, la experiencia nos puso en alerta, me acerco y consigo que hable, ya menos exaltado.

Nos cuenta que lleva un año sin probar una gota de alcohol, que su vida no tiene sentido y que no ama a su mujer sino a una Diosa del más allá, esa cuya voz le dice que su vida tiene un fin al otro lado. Ha de hacer caso a esa voz interior y ha de partir al otro mundo para cumplir una misión.

Según comenta la mujer al médico por teléfono, toma Antabus, ese fármaco usado para el tratamiento del alcoholismo. 
Alcohol y fármaco ha sido una bomba que ha despertado un brote de esquizofrenia, la sufre desde la adolescencia.

Conseguimos tomar constantes que están dentro de la normalidad. En la exploración no presenta signos de quemadura en fosas nasales, ventila sin dificultad y únicamente una ampolla en dorso mano izquierda que se ha hecho con un cigarrillo.
Parece colaborador y le comentamos la necedad de llevarlo al hospital para una revisión más en profundidad. No dice nada y se deja acompañar al interior de la ambulancia.

Al intentar coger vía algo no va bien, se pone tenso <<Os quiero, os quiero, de verdad que os quiero, pero esta maldita voz…Os tengo que matar, lo siento, pero os voy a matar >>…
En previsión de lo que pudiese suceder, ya estábamos poniendo sujecciones de manos y pies, pero no dio tiempo. Mano y pierna izquierdas comenzaron a golpear todo lo que encontraban…Intenta morder, escupe, voces, barro…

Cargo Midazolam y tras reducirlo con ayuda de la policía lo sedamos con difusor intranasal. 
Entra en sueño al tiempo que habla con su voz, <<Espera, espera que voy. Tengo que ir, ya dejé todo resuelto…>>…A los pocos minutos ronca camino del hospital.

Al llegar a base miro la ambulancia y otra vez un campo de batalla. Barro y sangre manchan suelo y sábanas…
Hoy si que fue una batalla y no precisamente literaria.
A veces nos toca librar estas, estas batallas contra mentes rotas, contra esa loca de la casa que decía Santa Teresa.

No son pocos los casos de chicos jóvenes cuya mente cayó en ese infierno quizá de la mano de aquellos porros de nada.

Alcohol y drogas no sólo rompen cuerpo, también desordenan cabezas y con frecuencia traen mentes rotas a esta ambulancia.
Y así otra batalla y así una profesión.

Besos y caricias.

No leas, quizá no te va a gustar leer olor a frustración del que siente que falló a un ser querido, olor a sudor de batalla dura.
Revisando mi diario de avisos hoy me tropecé con uno de esos avisos duro en lo técnico y emocional; de esos que araña recordar.
Han pasado seis años de aquel agosto del 2011 y tras leer lo que en su día anoté no he podido evitar que se me nublaran los ojos al recordar a aquella chica. 
Te cuento lo que viví, lo que hoy recuerdo como si de ayer se tratase, como si ahora mismo estuviese sucediendo…
Calor y más calor. Era tarde de no salir, de esas que cuesta respirar y la luz te ciega nada más poner pie en la calle.
Era guardia de avisos ordinarios y un susto en la Piscina Municipal. Aquella tarde terminaba de leer El Quijote, fue mi verano del Quijote. Un verano bonito.
Volvió a sonar el teléfono a las cinco en punto y sin preguntas me calzo botas, chaleco y abrocho riñonera a cintura y muslo derecho.

<<¡Varón de 52 en posible parada, es atendido por su hija!>>

Calles desiertas y silencio en la ambulancia sólo alterado por sirenas y sonido de guantes que encajan en manos sudorosas. No hay palabras de por medio.
Inconscientemente, cada uno de nosotros, repite un gesto, un algo tipo tic que le hace entrar en su propia visión túnel, su propia concentración previa a la batalla que se avecina.
Chalet grande de ladrillo y granito. A la puerta una mujer suplica prisa entre lágrimas y sollozos. 
Salón a la derecha. Aire acondicionado que nos recibe con un bofetón de frío intenso. Sobre una alfombra roja varón inconsciente entre sofá y televisión. 
A un lado un vecino realiza maniobras de RCP Básica, al otro su hija, una chica de unos 20 años <<Despierta papá, despierta por favor…>> Besa su mejilla al tiempo que acaricia su pecho desnudo y sudoroso que es comprimido por aquel vecino.

RCP práctica y RCP de cariño al tiempo pensé. Reanimación de besos y caricias es la de su hija, una reanimación del que nada más que dar ese cariño sabe hacer para devolver a la vida a ese ser querido.
Inconsciente en parada. Un compañero releva en el masaje. El monitor describe esa falta de pulso, esa asistolia que es muerte. Pupilas midríaticas arreactivas a la luz.
Pulsioxímetro no capta, glucemia dentro de la normalidad.

<<Se ha levantado de la siesta con malestar general, ha vomitado y de repente ese dolor intenso en el centro del pecho que le ha llevado a perder la consciencia entre asfixia y sudor frío >> La hija le continúa besando, ahora la mano, mientras relata que se ha bloqueado, no ha sabido reaccionar a pesar de que desde el 112 le estaban indicando qué debía hacer. Su madre ha alertado al vecino que es monitor de un gimnasio y ha sido el que ha iniciado las maniobras.

<<Mi padre ha muerto por mi culpa, no le he ayudado, cuando más me necesitaba no he sabido ayudarle>> lágrimas…<<despierta por favor, no nos hagas esto, por favor despierta…>>

Vía del 18, adrenalinas, a los pocos minutos la médico le ha intubado, yo le he colocado sonda nasogástrica y me voy relevando con los técnicos en el masaje.
Lleva unos 15 minutos en parada y su único factor de riesgo es una maldita hipertensión recién diagnosticada.

Es joven y tiene que salir, <<¡Venga vamos, vuelve!>> susurra entre dientes el conductor a golpe de compresiones, se trata de una familia amiga de sus padres, aquella chica es amiga de la infancia.

Pasan los minutos y el sonido de las compresiones torácicas, ese sonido hueco tan característico que una vez lo oyes nunca lo olvidas, es el único que se escucha en aquel salón con olor a fatalidad.

<<Para, para…tiene pulso >>, satura a 97{dd1faaa974e128bd5987fd795b61a773592e8c72189d8063a58278bb9a158e92}, la capnografía es óptima y el monitor registra ritmo de taquicardia, su corazón quiere despertar.

Ilusión truncada al minuto, entra en Fibrilación Ventricular, descarga y asistolia. Vuelta al masaje…

Un, dos, tres, cuatro…y otra vez ese sonido grave de costillas que se hunden para estrujar miocardio.
Otra Fibrilación, y a la segunda descarga vuelta al ritmo de vida…taquicardia que va cediendo a ritmo sinusal.
Sonrisas y lágrimas en la chica que no suelta la mano al tiempo que no su madre no suelta el hombro de la chica. Ambas han sido invitadas por la médico a presenciar la reanimación si se veían con fuerzas.
Hay que trasladar a hospital con Hemodinámica.
Durante ese traslado no recupera consciencia a pesar de no haberle sedado…habrá que esperar a ver si quedan secuelas.

Transferencia rápida en urgencias donde espera el cardiólogo…hay que estabilizar y esperar.

Al salir, la madre sostiene a hija que ahora llora sin consuelo posible. No es capaz de articular palabra más allá de la culpa, esa culpa que tratamos de hacerle razonar no le pertenece, <<Hiciste lo que buenamente pudiste y tu padre va a salir de esta >>. <<Tus besos y tus caricias a falta de otra cosa fueron su, tu consuelo. La vida la puso vuestro vecino>>
Nos dio un abrazo a los cuatro del equipo y un <<La próxima no fallaré, la próxima sabré hacer RCP, os lo juro…>>
Por el compañero supe que fue dado de alta al mes y medio. Tuvo secuelas de las que nunca se recuperó totalmente, pero que no le impiden hacer una vida dentro de la “normalidad” de un post infarto.
Y así otra batalla y así una profesión.
Tienes, como siempre, permiso para compartir, si te gustó puedes compartir.
Otros relatos en el blog que es tu casa albertols.com 
#BatallasDeUnaAmbulancia #MarcaPersonalSalud #Emergencias

Hace años era sábado, tal día como hoy tocaba guardia.
La vida, aún en el momento en el que más amargue la hiel del sufrimiento y la desesperanza, merecerá ser vivida.
<<Mala racha, las guardias de días previos han sido duras>> 
<<Una niña se atragantó ayer tarde comiendo palomitas y gracias al equipo de primaria, cuando llegamos nada más que dar enhorabuena nos tocó hacer>>, esas palabras fue el relevo de la compañera.

La gripe hace estragos entre personas mayores, se descompensan y todo se complica.
Revisión a fondo y reponer material que, en un aviso de última hora, había gastado el equipo saliente.
<<¡¡Aviso, salida de vía con vuelco!!>>, era tarde noche, llovizna y niebla.
Riñonera, chaleco y en poco más de un minuto camino de una carretera comarcal a 10 kilómetros. Luces deslumbran a unos niños que pasean en bicicleta y nos saludan al pasar, esas luces, esas sirenas que estasian a menores y aturden a mayores. No fueron pocas las veces que vi a una señora mayor santiguarse a nuestro paso…
Intermitentes y brazos en alto nos indican que es en un cruce tras un cambio de rasante. Allí a unos cincuenta metros dentro de un viñedo.
Somos los primeros en llegar. Y justo al bajar un chico joven de rodillas trata de despertar, trata de arrastrar a su mujer de dentro de aquel vehículo amarillo tumbado boca abajo.
Se me ha ido en la curva, no sé cómo ha sido…nervioso y con cara sangrante nos relata los volontazos y el vuelco.
<<Venimos de tomar café con unos amigos, no he bebido, no he bebido…he sacado de la silla de sujeción al niño. ¡Y mi mujer no quiere despertar, haced algo por favor, haced que se despierte…!>>
Una señora mayor sostiene a ese hijo de 2 años que llora sin consuelo. Sólo un arañazo en su mejilla y el resto, tras revisión rápida, no muestra lesiones de interés.
La mujer inconsciente atrapada boca abajo. Respira y tiene pulso. 
Saturación baja y pulso débil. Sangra abundantemente por herida en pierna izquierda.

Llegan bomberos y mientras proceden a extricar cogemos vía en mano que sale por ventanilla.
Me corté, me arañé el antebrazo derecho mientras sostenía aquella vía. Reponer volumen y la compresión de la herida se hacía prioritario.
Huele a gasolina, huele a hierro, ese olor a sangre, ese olor a sangre mezclado con sudor y barro. Era noche de niebla y frío, sudábamos…
Collarín y a colchón de vacío.
<< Vamos a intubar >>, con luz de focos todo va rápido, todo sale bien. A los pocos minutos su tensión arterial se recupera y suben niveles de oxígeno en sangre.
Presenta fractura abierta muslo y tobillo catastrófico.
Viene el Soporte Vital que trasladará al chico junto a su hijo acompañados por un equipo de primaria.
Las pupilas de la chica son de igual tamaño, reactivas. No presenta TCE de importancia. Si trauma torácico con posibilidad de fractura costal múltiple.
No hemos sedado y al inicio del traslado pelea con el tubo, quejidos, buena señal…
Sedación, analgesia y control de volumen.
Sonda nasogástrica y vendaje son los últimos cuidados ya de camino.

Llega estable y marido e hijo en brazos la esperan. No han querido entrar sin darle un beso al pasar…
<<Hemos discutido, veníamos chillando por una tontería, lo siento cariño, lo siento, lo siento…>>. Lágrimas de pena, lamento tardío en la puerta de aquel hospital.
Al entrar de guardia el día 2 de enero consulté la historia clínica de la chica, seguía ingresada, fuera de peligro y tres intervenciones a sus espaldas.
Fue una discusión, fue una distracción, fue un motivo sin motivo lo que puso una vida en el filo, la que estuvo a punto de costar la vida a aquella chica.
Ganamos, ganó y fue una lección. 
Y así otra batalla y así una profesión.

Mi mamá me mima.Esta es la historia del amor incondicional de una madre y la mala cabeza de su hijo.

Tres cosas hay en la vida decía la canción…Salud, dinero y amor…Y las tres las puedes perder por tu mala cabeza.
Y aquella tarde aquel chico perdió salud, dinero y sólo el amor de aquella madre le salvó de perder la vida.
Nos activaron por varón en estado de agitación.
Sobre la mesita de noche dos botellas vacías de alcohol, mil colillas, latas vacías de coca cola, cocaína…
Por el suelo trozos de bolsa de plástico y gomas de envolver los gramos de droga.
Un amasijo de ropa y comida amontonada en una esquina decoran la habitación. El olor lo pone una densa nube de humo.

35 años y admite haber consumido cocaína 48 horas ininterrumpidas. 
La madre mantiene la calma, a pesar de un golpe evidente en mejilla derecha y labio superior sangrante, <<me ha golpeado al darse cuenta que he tirado por el fregadero lo que le quedaba de cocaína>>. No quiere ni escuchar hablar de agresión ni denuncia, <<es mi hijo y lo quiero>>.
<<El viernes me quitó las llaves del coche y dice que lo ha vendido. Le han dado 3.500€ que se ha gastado en dos días…>>.
<<Me lo debías, todo hijo tiene derecho a disfrutar. Tienes la obligación de pagarme y eres una puta que me ha robado 1000 € de farlopa. ¡Ojalá te pudras, ojalá te mueras! >>.
La sangre se agolpó en mi cara, la mala leche y las peores emociones me invadieron. Lo siento, admito que tratar a aquel hombre era lo que menos me apetecía. Fueron segundos en silencio que me obligaron a hacer uso de la concentración más plena para hacer correctamente mi trabajo, me costó, lo admito, pero lo conseguí.
Retiramos a la madre para curar su labio y tranquilizarla.

Agitado y refiere dolor precordial intenso. Sangra por ambas fosas nasales.

El monitor indica la taquicardia y sus pupilas como platos no dejan lugar a dudas…

Sudoroso, pálido, ha vomitado. No sabe la cantidad de “pollos” que ha esnifado y fumado mezclados con heroína.

Si queremos saber nos dice que contemos los plásticos y gomas. Cada goma un pollo, un gramo.
Hipoglucemia e hipertermia.

El ECG nos alerta, hay elevación de un segmento, ese ST que puede ser compatible con infarto agudo. En el contexto de consumo excesivo es difícil hacer diagnóstico diferencial, así que vía y tratamiento de síntomas, intoxicación y posible infarto.

Activamos Código Infarto y traslado rápido. 

Durante el traslado se tranquiliza y trata de convencernos que ha sido algo esporádico. Que tiene derecho y su madre obligación.

Su padre murió en un accidente laboral y el dinero de la indemnización es para darle mejor vida a él, su padre dio la vida para que él disfrutara la suya y su madre no tenía derecho a robarle su felicidad…

Otro ojercicio de autoconocontrol intenso me hizo falta para seguir escribiendo en la historia clínica sin perder el foco, la salud de aquel desagradecido desagradable. 
Al sacarle sangre me pregunta que cuánto gano por hacer mi trabajo, por hacer un trabajo de mierda… No le respondí.
Su actitud altanera, chulesca va en aumento.
<<Tienes un infarto y tienen que hacerte un cateterismo >>, le comenta la médico. Y justo ahí tomó consciencia de su situación real. 

Su chulería torna en silencio y lágrimas…<<¿Dónde está mi madre?>>.

Al llegar informamos a la madre que nos acompaña junto a la camilla mientras agarra la mano de su hijo…ahora la quiere, ahora su madre es lo que más quiere en este mundo.
Le informamos que tenemos que presentar parte al juzgado por sus lesiones y nos dice que hagamos lo que tengamos que hacer, ella negará la agresión y punto.
La intervención confirma obstrucción, infarto agudo de miocardio.
No volví a saber de ese chico, no sé si aquel stent abrió no sólo su corazón sino también su cabeza. Aquella mala cabeza que, de no haber sido por el amor incondicional de una madre, le hubiese llevado a la parada y probablemente a la muerte…
Y así otra batalla y así una profesión.

Elegidos por la fortuna.
Y otra vez era lunes y otra vez sería día de agua y nieblas.
Y hoy me vino a la memoria aquella mañana de invierno del 2009.
Era otra base, no era mi base habitual. Revisando la ambulancia de repuesto, la de diario se había averiado la noche anterior, cosa de poco. Material y medicación en su sitio, tocaba tomar el segundo café…la cafetera terminaba cuando sonó aquella melodía de aviso…
Un árbol ha caído en la puerta de un colegio y ha atrapado a varios niños…
Y todo es rápido, todo es correr, con cabeza fría y corazón caliente correr…
Hay avisos, hay llamadas que te escogen el alma y estrujan el estómago. 
Es un pueblo cercano. Prisas y recopilación de datos por el camino… Son tres niños de infantil y una madre atendidos por policía local, una niña parece estar en estado grave.
Al ponerme aquellos guantes no pude evitar pensar en mi propia hija. Aquellos tres niños, mis propios hijos y sus mochilas de Dora y Pokemon…Los niños miran hacia sus propias demandas, todo gira entorno a sus propias necesidades sin ir más allá, en ese momento esos niños ponían su necesidad más básica, la vida, en nuestras manos.
Los hombres toman tanta o más consciencia de demandas y necesidades ajenas, seres queridos y su entorno se convierte en su centro de visión, esos niños eran en ese momento nuestros seres queridos, eran nuestro único foco. 

Tumulto de gente entorno a un árbol gigante caído sobre unos bancos. Mochilas por el suelo, paraguas y carreras de profesores y padres. 
Tumbada en un soportal del colegio una niña y su madre llorando a su lado.

Dos niños a escasos metros presentan heridas leves. Una pequeña herida en cuero cabelludo de un niño rubio que empapa cara y chándal blanco. 
El otro niño sufre crisis de ansiedad y resto sin hallazgos.

La mujer presenta heridas en cara y cuello que no revisten gravedad.
<<¡La niña, Alberto ven!>>

La niña inconsciente tumbada sobre un chaquetón infantil y su cabeza sangra abundantemente. 
Inconsciente, constantes dentro de la normalidad. Compresión con gasa del sangrado…y su madre en estado de shock agarra su mano…

Saturación y ritmo cardíaco también indican cifras de normalidad cardiorespiratoria.
Sufre un TCE frontoparietal sin signos de fractura. Sus pupilas reaccionan a la luz y son de igual tamaño, otro signo de esperanza. 
Vía y revisión rápida de trauma sin otro hallazgo.
Collarín, vendaje local de herida y al colchón de vacío.

Al levantarla emite un pequeño gemido que nos suena a música celestial. Del quejido al llanto enérgico. Consciencia recuperada y <<¡Mamá, mamá >>, madre e hija se funden en un abrazo que hace recuperar ánimo a la madre.
Lágrimas en el resto de padres y madres presentes, un <<Ay, Dios mío que alegría>> resuena a mis espaldas…
Al pasar junto al árbol nos percatamos del tamaño de las ramas, han partido en dos un banco. ¡Increíble que sólo haya sido cosa de arañazos y unas lágrimas!
De camino la niña se tranquiliza nos habla de sus notas, de sus gustos y de que de mayor quiere ser médico. Inquietud de una niña de 10 años resuena ese día en nuestra oficina…sonrisas de camino.
Fue un día de ganar, cuando apuntaba a perder, ganamos.
Aquel día la fortuna vino a visitarnos, vino a visitar a aquellos niños de la fortuna.

Y así otra batalla y así una profesión.